Su confianza inquebrantable me puso los pelos de punta. Hablaba de la mujer como si aún nos cuidara.
Una semana después, un apagón repentino azotó todo el pueblo. Mi casa quedó completamente a oscuras, salvo por una tenue luz.
La horquilla de mi mesita de noche emitía una luz cálida y fija. Mi hijo entró en la habitación, tranquilo, como si lo hubiera estado esperando.
Cuando recogí el pin, el brillo aumentó, justo lo suficiente como para iluminarnos el rostro. Minutos después, la luz se apagó, pero el momento me dejó conmocionado.
Ahora estaba claro: este objeto no debía ser un accesorio. Esa mujer sabía algo mucho antes de que ocurriera, y por alguna razón, nos confió el broche.
Todavía no sé quién era ni cómo encontró a mi hijo ese día, pero he dejado de cuestionar su don.
La horquilla ahora reposa en una pequeña caja de madera junto a mi cama. Rara vez la abro, pero a menudo siento su silenciosa presencia, como un guardián silencioso.
De vez en cuando, cuando la vida parece incierta, noto un leve brillo dentro de la caja, un recordatorio de que no estamos completamente solos.
Y cada vez que sucede, estoy agradecida por la misteriosa mujer que me devolvió a mi hijo… y nos dejó mucho más que un simple recuerdo