Juntos fuimos a ver a mi exmarido, Nigel, quien, con cierta incomodidad, confesó que había perdido la tarjeta y se había olvidado de dársela. La revelación me dolió, pero el contenido de la carta me dio fuerzas. Karen había querido reconectar y yo no iba a dejar pasar ni un segundo más. Esa noche, preparé la maleta y me dispuse a acortar la distancia que el tiempo había creado.
Cuando finalmente llegué a su puerta, se abrió antes de que pudiera siquiera llamar. Allí estaba ella: mayor, más tranquila, pero aún, sin duda, mi pequeña. Sin decir palabra, me abrazó, y en ese abrazo, los años de separación se desvanecieron. Ese día, no solo me reencontré con mi hija, sino que redescubrí el perdón, el amor y la parte que me faltaba en el corazón.