Solo el 1% de las personas puede encontrar todas las caras en menos de 30 segundos.

En el centro, emergen dos rostros cercanos, cuyos contornos se funden con la corteza.

Más abajo, emergen rasgos más antiguos: arrugas, barbas, miradas profundas esculpidas en las fibras de la madera.

Cerca de las raíces, los perfiles más jóvenes parecen susurrarse secretos entre sí, acurrucados bajo el follaje.

Cada descubrimiento proporciona una emoción intensa, como si uno entrara en un claro secreto, a la vez pacífico y misterioso.

El arte de esconder rostros entre los árboles: Un juego de sombras y líneas

Tras esta ilusión se esconde una verdadera maestría artística. El artista juega con el espacio negativo (las zonas vacías), superponiendo líneas y transformando la corteza en barbas o mechones de pelo.

Esta sutil interacción entre plenitud y vacío distorsiona nuestra percepción, llevándonos del árbol al rostro sin siquiera darnos cuenta.

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